El autor de «Historias de Orkheim» os presenta su novela desde una perspectiva más personal
Estoy seguro de que el 90 % de la gente recuerda qué le llevó a escribir o cómo empezó. Yo caigo en el 10 % que no lo recuerda. Para mí se volvió un acto tan natural que parece que llevo escribiendo desde que soy un feto. Hace muchísimos años que empecé, con sus más y sus menos. Tuve épocas de escribir mucho y un par de años de dejarlo por completo (y cuando digo «por completo» me refiero a ni pensar en ello). Las etapas de mi vida en las que escribí tuvieron algo en común: todas se desarrollaban en Orkheim, el mundo en el que transcurren Deidades ciegas y Tierra hostil.
Las primeras versiones de Orkheim son tan diferentes a las de ahora que podría sacar algo completamente distinto si conservara ese material, porque imaginad lo que puede llegar a cambiar algo en veinte años. Veinte años de crear —y a veces destruir— conceptos, religiones, personajes… Aunque no voy a negar que los personajes los sigo destruyendo a día de hoy, pero de otras maneras. Una de las cosas que cambié, es que una de las huérfanas que cuida Mei en Deidades ciegas era hermana de Galatea, la protagonista de Tierra hostil. Y no fue un cambio hecho por vicio, era porque esa relación familiar hacía que el trasfondo de Galatea fuese incongruente. Así que cada una a vivir por su lado.
Esas primeras versiones no son las que importan, de lo que venía a hablar aquí es de lo que hay en el «ahora». Porque algunes os preguntaréis qué es realmente Orkheim. La respuesta corta es que es un mundo donde ocurren historias que me habría gustado leer de joven. La respuesta larga viene ahora.
Orkheim es un mundo de fantasía como podría ser cualquier otro. Hay gente con poderes elementales, pero quise darle una vuelta al concepto de poderes que se suelen tener. Alguien que tenga afinidad con el agua no va a poder mojar al resto ni invocar agua a voluntad, pero sí que va a curarse muy rápido. Porque una vez sacas un cuchillo de un vaso de agua, el agua vuelve a la normalidad (me gustaría saber qué hacía pensando en apuñalar agua cuando era un crío).
Y ahora que he hablado de cuchillos, Mei fue el primer personaje que salió de mi cabeza. Después vino Galatea —su inseparable compañera aparecería muchos años después, lo siento Layla—, porque necesitaba alguien que equilibrase la personalidad de Mei y la tercera fue Thanyt. Después ya vendrían muchas más, pero el cuarto pie que me faltaba para equilibrar el banco sería Layla. Las dos novelas presentan a los cuatro personajes más importantes de Orkheim; Thanyt y Mei en Deidades ciegas y Layla y Galatea en Tierra hostil. ¿Podrían haber sido otras? Sí, si quisiera contar otra historia. Pero ellas son las perfectas para mostrar lo que se cuece en Orkheim y, si se diera el caso, salvar el mundo. O llevarlo a la ruina.
Como en casi todo mundo fantástico, existen las mismas estructuras de poder que en el mundo en el que vivimos y que dan origen al racismo, al machismo, al clasismo… porque de algo hay que tomar inspiración, aunque ese algo sean las cosas malas. Sin embargo, más allá de estas estructuras, lo más importante en Orkheim son las religiones. Las creencias moldean la forma de pensar y cómo vive la gente. Hay un total de siete dioses en Orkheim. En estas dos novelas veréis cositas de cuatro de ellos. En Deidades ciegas veréis el culto a Morthe como una religión en la que se valora la mesura y la castidad, pero incluso conceptos que suenan tan bien en Orkheim como la rectitud, se acaban torciendo cuando se llevan a un extremo fanático —Lalian, te miro a ti—. Leeréis sobre las animadas festividades de Torgg, donde la palabra moderación es de las pocas que no se quieren escuchar, e incluso os meteréis en el terreno de las religiones que no están bien vistas por la mayoría de cultos de Orkheim.
Hay religiones, dragones e incluso, como en muchos escenarios de fantasía, hay una profecía del fin del mundo que lleva siglos escrita y a la que nadie le hace caso porque «total, a mi generación no le va a tocar. Ya sería mala suerte». Pero, ¿sabéis que hay que no se podía encontrar —ahora cada vez más sí— en los mundos de fantasía? Mujeres haciendo cosas.
Las protagonistas de las historias que creo en Orkheim son siempre mujeres, y así lo fueron desde el inicio. Si me preguntáis por qué, os podría responder pero prefiero lanzar una pregunta hacia el otro sentido: ¿se le pregunta a los escritores de fantasía por qué sus protagonistas son siempre hombres? Ya va siendo necesario que existan muchas más historias de fantasía protagonizadas por mujeres, hasta que sea una narrativa tan natural que nadie sienta el deber de buscarle un por qué.
Todo esto de lo que os he hablado lo veréis mejor en las novelas. He tenido la oportunidad de unir mis conocimientos de criminología en Deidades ciegas para poder mostrar un poco el comportamiento de un asesino en serie sin liarla y ofrecer a les lectores una entrada ligera a Orkheim con las aventuras de Layla y Galatea en Tierra hostil, que bien podría ser vuestra misión secundaria favorita de un videojuego.
En definitiva, si la vida os lleva a leer estas dos novelas, espero que améis a Thanyt y que encontréis motivos de peso para odiar a Talía como lo hago yo.
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